La rebelión de las Alpujarras. Una efeméride escasamente conocida
Estamos acostumbrados a conmemorar con gran despliegue de medios determinadas efemérides que puedan proporcionar a nuestra historia un cierto lustre -sirva como ejemplo la celebración del año teresiano de Ávila-. Sin embargo, hay acontecimientos escasamente valorados que pasan de puntillas pese a que sus repercusiones influyeron decididamente sobre un territorio. Así ocurre con la rebelión de los moriscos del Reino de Granada, de la que se cumplen cuatrocientos cincuenta años y en la que desempeñó un importante papel el municipio de Istán.
Como escribió Mármol, Istán, que fue siempre lugar rico, «y en ese tiempo lo era más que otro ninguno de aquella comarca», se levantó el día de Año Nuevo de 1569 asumiendo como suyas las consignas de los alpujarreños. Este hecho, sorprendente dada la distancia entre ambas zonas y la dificultad de las comunicaciones, encuentra su justificación en dos nombres con identidad propia: la Inquisición y Francisco Pacheco Manxuz, vinculados merced al apresamiento que la primera hizo de un sobrino del segundo, en cuya reacción se palpa el terror que los inquisidores despertaban entre los moriscos.
Condujeron al chaval a las cárceles secretas de Granada a la espera de juicio y los Pacheco, que eran una familia acomodada, encargaron a Francisco que gestionara su libertad. En la ciudad del Darro contactó con un grupo de hombres principales del Albaicín y las Alpujarras que conspiraban contra el poder establecido con el único objetivo de liberar a su pueblo de las presiones a que estaba siendo sometido, y confiando en que la ayuda de los musulmanes de la otra orilla del Mediterráneo les conduciría al éxito. Alentado por la recuperación de al-Andalus y las encendidas peroratas de Farax aben Farax, Manxuz se comprometió a difundir sus postulados entre sus convecinos, los lugares de la Tierra de Marbella y Sierra Bermeja. Relata Mármol que aben Farax le nombró capitán de los insurrectos y, al mismo tiempo, le entregó una carta con las instrucciones precisas. Carta que conocemos gracias al profesor Gil Sanjuán. La Inquisición, que supo de ella en enero cuando ya había estallado la revuelta, ordenó el desplazamiento a Istán un familiar del Santo Oficio con la misión de encontrarla. Una vez traducida -estaba escrita en árabe-, se confirmaron las sospechas sobre su procedencia: venía del Albaicín «que la enviaban a aquella villa y a los demás lugares del reino para que se levantasen».
Las propuestas de Manxuz consiguieron implicar a los istaníes que, además recibieron la ayuda prometida por aben Farax con el envío de sesenta monfíes el 31 de diciembre para apoyar a los rebeldes y acompañarlos al refugio elegido en el fuerte de Arboto. Tras esta marcha, el pueblo quedó vacío «de manera que cuando fue de día estaban todos fuera del lugar», aunque quedaron en él unos jovenzuelos que iniciaron la insurrección por su cuenta, asaltando la torre y realizando la acción más conocida de la historia local: la resistencia de Juana de Escalante y su criada.Esta guerra de guerrillas duró hasta septiembre de 1570 cuando se produjo el asalto al fuerte, el apresamiento de las mujeres, ancianos y niños refugiados en él y la posterior deportación decretada por Felipe II, de forma que Istán «estuvo yermo e despoblado hasta fin del año de quinientos y setenta e uno. Por manera que tuvo tres años que no se pobló», según consta en su libro de Apeo.
Las consecuencias del levantamiento morisco las califica el profesor Bravo Caro como muy negativas e «importantísimas para el desarrollo de la vida económica y social de dicho territorio», a lo que puntualiza Nicolás Cabrillana que, en los últimos meses de 1570, cuando ya había sido sofocado, el comercio de Marbella «se reduce a lo estrictamente necesario para la supervivencia, si exceptuamos el único producto aportado por la guerra: el tráfico de esclavos moriscos».
Bravo Caro basa las razones de esta crisis en «el vacío poblacional que se produjo tras la deportación de la minoría» que influyó en el declive de ciertas zonas, iniciándose un dilatado periodo de decadencia mediante la transformación del paisaje agrario y las dificultades que debieron afrontar los colonos en unos pueblos cuyos vecindarios quedaron mermados por decisión del Rey Prudente que, temeroso de nuevas alteraciones y de que se infiltraran entre los pobladores algunos de origen morisco, mandó que los 110 vecinos de Benahavís fueran sustituidos por 33; los 146 de Istán por 50 y los 110 de Ojén por 20, todos ellos cristianos viejos de fuera del Reino de Granada. Con este decreto se propició el «fracaso de la repoblación cristiana, ya que los campesinos llegados carecían de la experiencia y laboriosidad de los moriscos», especifica Cabrillana. Un hándicap difícil de superar que incidió negativamente en los aspectos demográficos y económicos de la Tierra de Marbella.